miércoles, 4 de marzo de 2015

Comer afuera: el desafío

Comer afuera o, simplemente, comer con otros es un desafío. A menos que la otra persona sea vegetariana, vegana, e incluso en esos casos, se hace difícil el momento de comer con otros. En esos instantes me replanteo si vale la pena hacer esto y me asombro de las personas que deciden dejar de comer carne o sus derivados para toda la vida. 


Escena 1: vamos en familia a un restaurant. Me pido mi plato de carne de la semana, pero nada de lo que me ofrece el lugar para acompañarlo es recomendado por mi dieta. No se debe mezclar papa con proteínas, no comer verduras crudas (en particular por mi gastritis), el arroz tiene que ser yamaní integral.

Una posible solución es invitar a la familia o amigos a un restaurant vegetariano. ¿Creen que se van a sumar?

Escena 2: merienda con amigas. No todos los lugares tienen tostadas de pan integral. Y si tienen suele venir con queso o mermelada no orgánica. La infusión es fácil, porque suele haber manzanilla o alguno similar. Ahora, si te invitan a merendar a Havanna...¡Agarrate!

Un tip: el Museo Evita ofrece tostadas con mermelada orgánica.


Escena 3: domingo a la noche en casa. Novio ve el partido y quiere comer pizza. Clásico de un fin de semana porteño. 

¿Qué hago? Le preparo una pizza casera a él, pero yo me hago para mí pizza de trigo de burgol. Si tengo que ser sincera, su pizza con queso derretido se ve mucho mucho más atractiva que la mía. Respiro hondo y me afirmo en que mi cambio de dieta es por mi bien.

La pregunta es si tengo que cocinar todas las noches doble, relajarme y romper la dieta cuando salgo a comer afuera (que puede llegar a ser varias veces por semana según la época del año) o, por el contrario, llevar mi viandita a todos lados y sólo aceptar restaurantes donde sé que puedo encontrar algo para comer. ¿Ustedes qué opinan? ¿Qué hacen los vegetarianos y veganos? ¿Y los que tienen otras dietas especiales como kosher?

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